La última superproducción de James Cameron tiene dos lecturas bien definidas, aparte del fantástico mundo creado. Existe una dimensión política muy actual y una distorsión espiritual igualmente de moda.
Cameron incluye en la trama al un codicioso representante de la empresa extractora de minerales, a los ex militares que brindan protección con un ejército mercenario y que prefieren atacar en vez de negociar con los “nativos” (Na’vi), raza extraterrestre de seres pacíficos cuyo bienestar está directamente ligado al bosque de la luna “Pandora”. Políticamente, Avatar refleja la constante denuncia que los activistas por la preservación del medio ambiente realizan en contra de las empresas explotadoras de recursos naturales. La trama de la película es una metáfora que bien podría describir el constante conflicto que existe entre las comunidades andinas y las empresas mineras, las cuales están igualmente protegidas por empresas privadas de seguridad, mercenarios al servicio del abundante dinero que las mineras les dispensan y que no dudan discriminar y asesinar a los dirigentes comunales que se les oponen. El mismo caso de la “curva del diablo” en Bagua tiene su origen en este fenómeno del abuso de un gobierno al servicio de los intereses privados, las empresas explotadores de los recursos.
Desde el punto de vista espiritual una de las mayores distorsiones está en la de dar a la naturaleza atributos divinos. En el siglo XXI se viene aumentando la tendencia a rescatar antiguas creencias animistas de origen nativo que son adoptadas por modernos deístas. En este supuesto “redescubrir la religión”, los creyentes retroceden a la adoración de los fenómenos y objetos naturales tal y como lo hicieron los seres humanos en la antigüedad, cuando no existía una explicación para los mismos. En la película Avatar los Na’vi poseen una conexión física (no espiritual) con el bosque y con ciertos árboles místicos que contienen las almas (de parecido a las creencias druidas) de los antepasados, además de una conexión general con todo el bosque. Es una interesante metáfora para comparar la conexión cultural de naciones como los Wampis del Perú con el bosque amazónico, quienes han vivido miles de años en armonía con su entorno y que hoy sienten que está en peligro.
En resumen, Avatar es una divertida película que puede resultar familiar a muchos peruanos, especialmente a quienes han perdido sus comunidades a manos de la insaciable codicia extractiva.
Iván Izquierdo Elliot
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1 comentario:
ESTOY DE ACUERDO, ESTO NO ES FICCION, ES REALIDAD
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