¡Ayudenme por favor! Estos niños trabajan encorvados 10 a 12 horas diarias (seis días a la semana) en un barro negro y frió que les llega hasta los talones y utilizan sus espaldas y cabeza para acarrear carbón; rodeados de ratas y escupiendo negro debido al polvo de carbón acumulado en sus pulmones por la falta de ventilación y equipos de trabajo. El carbón antracita es duro y accidentes en las manos como cortes, fracturas y mutilaciones son frecuentes entre estos niños. Al final de su “faena”, debido a lo intenso del trabajo explotador, muchas de estas criaturas se quedan dormidas en los socavones y tienen que ser cargadas a las chozas donde dormirán, para luego ser “resucitadas” al día siguiente a fin de continuar satisfaciendo a los parásitos que violan brutalmente sus derechos humanos a cambio de dinero. Estos niños son la mano de obra favorita de la industria criminal (no “informal” como pretenden aparentar) del carbón en La Libertad y constituyen involuntariamente el último segmento de una millonaria y repugnante pirámide delincuencial. Ellos representan la tragedia sórdida de explotación que ayuda a producir las enormes cantidades de carbón que consumen conocidos grupos de poder en el Perú; carbón que se observa en Trujillo y sus alrededores y detrás del cual se esconde su dolor.
El niño que aparece en la foto vive en la zona del Alto Chicama en el Departamento de La Libertad. A pesar de su corta edad y gracias a autoridades corruptas, es una de las muchas víctimas inocentes de los mal llamados mineros informales o artesanales del carbón. ¿Se le puede llamar a estos parásitos, inescrupulosos y explotadores, "mineros artesanales" si al mes perciben una ganancia liquida que bordea los 15 mil nuevos soles usando mano de obra como esta?
Crímenes contra niños y niñas a esta escala y con esta intensidad son simplemente imperdonables. Leer más
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